LA INTRODUCCIÓN DE ESPECIES
EXÓTICAS NO SOLO AFECTA A COLOMBIA
La preocupación por los efectos dañinos que provoca la
introducción de especies exóticas agrega una especie a la ya larga lista de ejemplos. Se
trata del pez conocido como "Cabeza de Víbora" (Channa sp.), del cual se
conocen cerca de 25 variedades. Es originario del continente asiático, puede alcanzar
metro y medio de longitud y al menos 7 kilogramos de peso. Se caracteriza por ser bastante
voraz, hasta el punto que se recomienda tenerlo solo pues es capaz de depredar individuos
de su propia especie, además de ranas, sapos, pájaros y mamíferos pequeños.
Una característica muy especial de este pez es que tiene la
posibilidad de resistir aguas con baja presencia de oxígeno e incluso puede permanecer
largos períodos de tiempo fuera del agua. Durante este tiempo es capaz de arrastrarse
hasta estanques próximos para localizar nuevas presas.
Es un animal muy voraz, por lo que algunos de sus propietarios terminan
por deshacerse de ellos, tal vez en algún estanque cercano. Las autoridades de Maryland
piensan que esta fue la manera como dieron inicio a su actividad devastadora en la
región, que ya se extiende por otros seis estados: Hawaii, Florida, California, Maine,
Massachusetts y Rhode Island.
Las channas no tienen enemigos naturales en Estados Unidos que permitan
mantener el equilibrio del ecosistema. Por el contrario, su población crece
desmesuradamente, sin que las autoridades hayan definido un plan concreto para detener su
expansión. Por eso, la Secretaria del Interior, Gale Norton, anunció una campaña para
prohibir la importación de estos peces a Estados Unidos y el comercio de la especie
dentro del país.
Mucha gente no tiene idea del grave problema que la llegada de una
nueva especie puede causar en el ecosistema. Nuestra habilidad de mover las cosas, a
propósito o accidentalmente, está impulsando toda una serie de ejemplares dañinos que
vienen de fuera y se convierten en plaga antes de que puedan implementarse estrategias
efectivas para detenerlas.
Surge prueba contundente de
inteligencia en cuervos: fabricación de herramientas
Desde hace mucho tiempo se conoce a los cuervos como animales
bastante recursivos en la solución de problemas; sin embargo, esta capacidad, como en
otras especies de aves, siempre se ha asociado a comportamientos mecánicos que por azar o
aprendizaje directo de los padres resulta en respuestas adecuadas.
El caso reportado por la revista Science, se refiere a un cuervo hembra
de nombre "Betty", (perteneciente a la especie Corvus moneduloides, que
habita en la isla de Nueva Caledonia, en el Pacífico), que en un experimento dirigido por
investigadores británicos, logró no solo usar herramientas sino también construirlas.
Situada frente a un pequeño recipiente con alimentos dentro de un
tubo, en un laboratorio de la Universidad de Oxford en Gran Bretaña, Betty se las
ingenió para curvar un trocito de alambre en forma de gancho y conseguir la recompensa.
Contra lo que pudiera pensarse, esta conducta no fue uno de muchos resultados fallidos
sino que consiguió repetirla en nueve de diez intentos. Vale la pena resaltar que Alex
Kacelnik, director del trabajo, trataba de determinar si los cuervos, que se sabe usan
ramitas para recoger objetos, podían escoger la herramienta adecuada para alcanzar
alimentos. Pero no esperaban que fueran capaces de fabricar sus propias herramientas.
Recuérdese que la fabricación y el uso de herramientas siempre se ha
considerado como uno de los indicios de inteligencia superior.
El mismo Kacelnik ha dicho que "La gente supone que los simios son
el pináculo de la inteligencia en el reino animal porque son nuestros parientes más
cercanos, pero la naturaleza puede haber alcanzado soluciones diferentes a problemas
similares. No hay duda de que la capacidad de estos animales para fabricar herramientas ha
evolucionado independientemente de los primates''.
El comportamiento del cuervo puede ser observado en un video disponible
en Science Online.
El artículo completo se encuentra en:
Shaping of Hooks in New Caledonian Crows A. A. S. Weir, J.
Chappell, A. Kacelnik. Science 297, 981 (2002). |