La destrucción del bosque altoandino elimina la regulación climática forestal y la extensión del mesoclima de páramo; la línea de heladas de altura desciende de sus cotas habituales y se acentúan los contrastes térmicos día–noche, lo cual dificulta la regeneración del suelo y la vegetación.
Mientras que la población urbana se detiene cerca de los 3200, los pobladores rurales pueden tener viviendas temporales o permanentes bien por encima de tal cota. Las heladas de altura son frecuentes. Se trata de masas de aire frío que descienden de las cumbres a través de las laderas, sin obstáculos gracias a la desforestación.
Las precipitaciones en el Distrito varían de los sectores secos con 700 mm anuales o menos (sectores en Usaquén y Ciudad Bolívar) hasta 1300 mm en el Sumapaz. La distribución de las lluvias va de bimodal en el Norte y Occidente (con dos inviernos) hasta casi unimodal al Oriente (un solo invierno fuerte, julio–agosto). Sólo las zonas menos lluviosas presentan déficit hídrico importante, mientras que extensas zonas presentan exceso hídrico (Alto Teusacá, San Francisco, San Cristóbal, Pasquilla, Sumapaz).
La humedad atmosférica es alta en la mayor parte del área rural del Distrito. Sin embargo, hay algunas zonas secas, donde el ecosistema es aún más frágil y el deterioro más rápido, debido a que el déficit hídrico hace más lenta la regeneración, limitando la capacidad de carga (intensidad de uso sostenible). Estas áreas son especialmente vulnerables a regímenes crónicos de tensionantes leves (pastoreo, monocultivo, quemas), típicos del área rural.
La humedad atmosférica, clave para la restauración, varía desde las áreas secas de Usaquén y el Norte de Ciudad Bolívar, pasando por las de mediana humedad, como Chapinero y Usme, hasta las áreas más húmedas, como el Alto Tunjuelo, Santa Fe, San Cristóbal y Sumapaz. Sin embargo, incluso en medio de áreas secas, se encuentran núcleos de condensación alrededor de ciertos cerros o en escotaduras de las sierras (pasos de niebla); así mismo, en medio de áreas húmedas pueden encontrarse sitios atmosféricamente secos, como cuchillas y laderas muy expuestas.
En cada caso debe ubicarse el área de trabajo en los mapas de isoyetas y afinar la estimación según los bioindicadores de humedad y aridez (que más abajo se mencionan), ya que los mapas no dan detalle de la distribución espacial de los meso y microclimas y la alteración antrópica frecuentemente provoca modificaciones puntuales o locales importantes.
La geología juega también un papel importante. En la mayor parte del área, las rocas areniscas están hacia las partes altas de las laderas y constituyen los principales acuíferos de las cuencas. Estas zonas presentan pendientes fuertes y suelos arenosos a francos, más susceptibles a la erosión superficial.
Las rocas arcillosas tienden a situarse en las laderas medias y partes bajas de las cuencas, con pendientes más suaves y suelos más pesados, más susceptibles a los desprendimientos masivos que sobre los cauces se complican con erosión remontante (desplomes que crecen desde los cauces sobre las orillas altas).
En cada ladera y microcuenca generalmente se encuentra un gradiente completo desde las partes altas más frías, más pendientes, con suelos más ligeros y mejor drenadas, pasando a las partes bajas, que son menos frías, con pendientes más suaves y con suelos más pesados y drenaje más lento (suelos más húmedos). Este gradiente general se ilustra en la siguiente figura y puede variar localmente.
Con los suelos de mayor aptitud agrícola urbanizados, la mayor parte de la población rural se ubica en áreas de mediana a baja capacidad de carga. Por esta razón, se trata de ecosistemas frágiles (laderas, páramos) donde un largo historial de alteración agropecuaria y prácticas intensivas en años recientes (revolución verde de los 60s) han ocasionado una degradación generalizada.
Los suelos fértiles (sobre formaciones geológicas ricas en minerales) son más bien escasos (valle medio del Tunjuelo, Sur de los Cerros Orientales y algunos pequeños valles en Sumapaz).
Oferta ambiental
La disponibilidad de energía es más alta hacia las partes bajas. En las altas, el frío retarda la mayor parte de los procesos metabólicos, especialmente los implicados en la circulación de nutrientes y el crecimiento de las plantas.
La oferta de agua y nutrientes tiende a estar concentrada en las pendientes menores, hondonadas, pies de laderas, fondos de cañadas, orillas y vegas.
Los afloramientos rocosos con frecuencia acumulan humedad y las grietas y pies de las rocas son puntos favorables para el desarrollo de la vegetación.
La humedad atmosférica se concentra en los puntos abrigados del viento, como las cañadas, abrigos rocosos y los pies de las peñas, así como al sotavento de cualquier barrera, incluso de una masa forestal.
Las perturbaciones más frecuentes en el área rural se encuentran atenuadas en ciertos puntos, como las pendientes fuertes, las áreas rocosas y los fondos de cañadas.
En el tiempo la principal variación es la estación seca, más acentuada en las zonas áridas. La estación seca también conlleva un recrudecimiento de las heladas, representando un filtro importante para la supervivencia de las plántulas.
Los puntos de mayor oferta ambiental deben ser ubicados, de modo que sirva de puntos y franjas iniciales de la restauración, a partir de los cuales extender una red de tratamientos hasta cubrir los sitios menos favorables para la regeneración del ecosistema.
Potencial biótico
El potencial biótico es la disponibilidad de seres vivos para el proceso de restauración, la cual varía mucho de una microcuenca a otra. El potencial biótico se califica teniendo en cuenta:
• Extensión de los fragmentos
• Diversidad de especies
• Diversidad de etapas sucesionales
• Representación de los distintos segmentos de la ecoclina
• Proximidad
• Conectividad (además de la distancia, cuenta qué tan propicio para el tráfico de propágulos es el espacio entre fragmentos y zonas de restauración)
Exceptuando Sumapaz, los terrenos de la Empresa de Acueducto y unas pocas microcuencas afortunadas más, la mayor parte del área rural se halla extensamente desforestada.
Generalmente quedan algunos cordones estrechos de rastrojo o bosque ripario (orillas de quebradas), ni siquiera continuos. Las aves, dispersores de semillas indispensables para la restauración del ecosistema altoandino, circulan principalmente a través de las cañadas, por lo que la vegetación riparia es importante en su hábitat.
En la medida en que persistan parches de vegetación leñosa nativa (matorrales, rastrojos y bosques) estos son importantes puntos de partida para la restauración, mejores en la medida de su mayor extensión, conectividad y diversidad de especies contenidas.
La diversidad de la vegetación es importante, pero en términos de restauración es más importante la diversidad sucesional, es decir, que subsistan en cantidades importantes individuos reproductores de las especies dinamogenéticas de las distintas etapas sucesionales (matorrales, rastrojos y bosques).
Es importante, además, que los rodales correspondientes a distintas etapas de la misma sere, estén próximos o bien interconectados, de modo que las especies vegetales dinamogenéticas puedan pasar de uno en otro (por medio de la dispersión de sus semillas), introduciéndose en las etapas sucesionales propicias.
Las plantas pueden ser útiles para la restauración ecológica, según su capacidad constructiva (dinamogenéticas, ver sección 4), es decir, de construir biomasa vegetal, dar cobertura y promover la regeneración del ecosistema. Sin embargo, otras especies, muchas de ellas poco constructivas, son de gran utilidad en el diagnóstico de restauración, pues están fielmente asociadas a determinados factores ambientales. Son los bioindicadores.
Puesto que no disponemos de mapas ambientales a la escala de pequeñas cuencas y predios, y la restauración requiere diseños bien ajustados al terreno, la lectura de los bioindicadores puede servir para elaborar croquis ubicando puntos húmedos, fértiles, rocosos, secos, fríos etc.
Muchos de los mejores bioindicadores de las condiciones ambientales de cada micrositio son plantas, pues, por ser inmóviles, reflejan mejor que nadie su entorno. La importancia de la bioindicación aumenta con la abundancia del bioindicador. Un individuo puede ser un accidente, pero la coincidencia de varios señalando lo mismo es concluyente. La presencia del bioindicador es significativa, su ausencia es, en cambio, mucho más difícil de interpretar.
Entre los bioindicadores de humedad edáfica (suelos húmedos y agua a poca profundidad) se cuentan:
• Musgos, helechos, licopodios.
• Pega-pega (Acaena elongata)
• Helecho pantanero (Blechnum loxense)
• Chusque (Chusquea spp.)
• Carrizo (Swallenochloa tessellata)
• Guardarrocío (Hypericum goyanesii)
• Puya grande (Puya goudotiana)
• Cordoncillos (Piper bogotense, Piper lacunosum)
• Arboloco (Smallanthus piramidalis)
• Tomatillo (Solanum oblongifolium)
• Tinto (Cestrum mutisii)
• Rodamonte (Escallonia myrtilloides)
• Amargoso (Ageratina aristeii)
• Mora silvestre y hierbamora (Rubus floribundus y Rubus bogotensis)
• Bejuco colorado (Muehlembeckia thamnifolia)
• Falso helecho o helecho con flores (Coriaria thimifolia)
• Aliso (Alnus acuminata)
• Raque o chaque (Vallea stipularis)
Bioindicadores de suelos rocosos (superficiales, con la roca a pocos cm):
• Gaylusacia buxifolia
• Pegamosco (Befaria resinosa)
• Uva de monte o camarona (Macleania rupestris)
• Tagua (Gaiadendron punctatum)
• Puya chiquita (Puya nitida)
• Romero blanco (Diplostephium rosmarinifolium)
• Falsa reventadera (Gaultheria erecta)
• Zarcillejo o candelita (Siphocampylus columnae)
Bioindicadores de suelos degradados (por fuego, compactación severa, erosión superficial):
• Chite (Hypericum aciculare). Las concentraciones de pequeños chites pueden indicar, además, fuerte contaminación del suelo por agroquímicos.
• Chite pegajoso (Hypericum mexicanum)
• Moradita o espartillo (Orthosanthus chimboracensis)
• Sanalotodo (Baccharis tricuneata). Compactación y sobrepastoreo.
• Amargoso chiquito (Baccharis revoluta)
• Amorcito o piojito (Acaena cylindrostachya). Compactación y sobrepastoreo.
• Surugo (Lycium sp.)
• Grama de olor (Anthoxanthum odoratum)
• Helecho marranero (Pteridium aquilinum). Compactación y acidez.
Bioindicadores de elevada humedad atmosférica:
• Granizo (Hedyosmum bonplandianum)
• Quiches (Bromeliáceas del género Tillandsia y Guzmania). Entre más bajos se encuentren, mayor humedad atmosférica. El extremo es cuando los quiches cubren las ramas más bajas y se encuentran incluso en el suelo.
• Orquídeas epífitas (que crecen sobre las ramas)
• Palo tigre o cedro riñón (Brunellia sp.)
• Salvio amarillo, quedo o almanegra (Buddleja americana)
• Lorantháceas parásitas (Aetanthus mutisii, Dendrophtora clavata, Phoradendron spp.)
• Canelo de monte o ají de páramo (Drimys granadensis). Indica además mucho frío.
Bioindicadores de baja humedad atmosférica:
• Hayuelo (Dodonaea viscosa)
• Penca (Agave americana)
• Surugo (Solanum lycioides)
• Espino garbanzo (Duranta mutisii)
Otras plantas chismosas:
• Encenillos (Weinmannia tomentosa): suelos ligeros.
• Mezcla de encenillos (varias especies de Weinmannia juntas): suelos francos a pesados.
• Lauráceas (aguacatillos y amarillos), Melastomatáceas (tunos y sietecueros) y Myrtáceas (arrayanes, huesos, garrapatos): suelos pesados, gredosos.
• Ojo de perdiz (Rhamnus goudotiana): elevada humedad atmosférica y condiciones propicias para el establecimiento de encenillos juveniles.
• Maíz tostao (Myrsine dependens) así como masas de chusque o cordones densos de Ericáceas (uvos, pegamoscos, reventaderas): señalan la zona de ascenso del límite superior del bosque altoandino, donde éste tiende a ganarle terreno a los potreros y a los páramos secundarios.
• Escasez de Melastomatáceas (tunos): probable entresaca.
• Rastrojo de cocuas y duraznillos (Verbesina elegans y Abatia parviflora): zona de deslizamientos y suelos inestables, en atmósferas húmedas y frías. Pueden también ser viejos depósitos de derrumbes o botaderos de materiales de la apertura de vías.
• Liquen verde filamentoso sobre troncos y ramas (Usnea sp.): fuerte viento, alta radiación y elevada humedad atmosférica, un microclima fácilmente mejorable con barreras forestales.
• Tapetes extensos de musgo en medio de árboles o arbustos: ambiente de buena iluminación, suelo estable y humedad constante. Microclima idóneo para el establecimiento de árboles propios del clímax (ej.: encenillos).
• Mucha uva de monte y muy poca de anís (Macleania rupestris, Cavendishia cordifolia): alta incidencia de heladas.
• Gaques (Clusia multiflora, Clusia minor): suelos rocosos, humedad permanente en suelo y atmósfera, muy buen drenaje y poca o ninguna incidencia de heladas.
• Matorrales (no bosques) extensos de laurel hojipequeño (Myrica parvifolia): suelos bien drenados, muy erosionados y alta probabilidad de incendios forestales.
• Donde los mano de oso son de tres dedos (Oreopanax bogotense) son franjas más frías y húmedas que donde son del común de cinco o siete dedos (Oreopanax floribundus).
• Arrayanes (Myrcianthes leucoxyla), raques o chaques (Vallea stipularis) y coronos (Xylosma spiculiferum): cuando son frecuentes, indican una franja de la ladera, inferior a la apropiada para los encenillos, más apta para cedros, chuwacás y Lauráceas (aunque éstos hayan desaparecido).
• En la zona altoandina (como el Distrito Capital), la vegetación espinosa se concentra cerca de nacederos y suelos húmedos (freatófitas): moras (Rubus spp.), uña de gato (Berberis spp.), espino (Barnadesia spinosa), corono (Xylosma spiculiferum). Las probables excepciones son el mortiño (Hesperomeles spp.) y el surugo (Lycium sp.), que prefieren la humedad pero tienen una distribución ambiental más amplia.
• Lo alto del dosel (techo del bosque), lo despejado del sotobosque, la concentración de la biomasa en pocos árboles de gran diámetro (en lugar de muchas varitas) y la presencia de grandes quiches sobre las copas (en zonas húmedas) son indicadores de estabilidad sucesional, es decir, que el bosque ha alcanzado un tope de su desarrollo (probablemente cercano al clímax regional).
Con respecto a los bioindicadores, es importante decir que no sólo cuenta su especie y abundancia, muchas cosas más se pueden inferir de su crecimiento (talla y forma), pues cada especie puede presentar diversas morfosis, es decir, formas típicas adaptadas a ambientes determinados.
Lo anterior es más notorio en los arbolitos de subpáramo (tunos, romeros, laureles hojipequeños, uvos y reventaderas), los cuales pueden crecer en forma de tapete en ambientes severos, como arbustos hemisféricos en suelos erosionados y subpáramos muy fríos, como arbolitos en subpáramos menos fríos o secundarios, o como árboles (> 6 m) en ambientes húmedos y etapas avanzadas de regeneración del bosque altoandino.
La estrategia foliar (forma, tamaño, textura y densidad de las hojas sobre las ramas) puede variar sorprendentemente dentro de la misma especie, e incluso entre ramas del mismo individuo, dependiendo del ambiente. Esto ayuda en la bioindicación y dificulta enormemente la identificación. En general, una atmósfera más húmeda, más cálida o más abrigada, determina que las hojas sean más grandes, más blandas, más oscuras, menos tomentosas (con menos pelos), más espaciadas sobre las ramas (ramas más alargadas) y las puntas (de las hojas) más alargadas. Sin embargo, hojas más pequeñas y duras también pueden deberse a suelos pobres, ácidos y/o tóxicos en aluminio.
Potencial sociodinámico
El potencial sociodinámico, representado en los recursos humanos para la restauración, abarca diversos aspectos:
• Conocimientos.
• Valores
• Destrezas
• Motivación
• Liderazgo
• Organización
• Marco normativo
• Entorno institucional
• Clima político, etc.
Las condiciones sociales, culturales y económicas para la restauración varían de una cuenca a otra.
En general, las comunidades rurales son sistemas de mayor cohesión comunitaria pero menor especialización social. Las relaciones interpersonales son estrechas y basadas en el reconocimiento individual y el afecto. Sin embargo, las comunicaciones son poco densas en el tiempo y el espacio, lo que confiere una lentitud típica a la mayoría de los procesos de puesta en común, generación de consensos y movilización a la acción conjunta.
Los momentos, espacios y formas tradicionales o habituales de encuentro, comunicación y organización son parte esencial del potencial sociodinámico y punto de partida para el eje sociodinámico de un proyecto de restauración.
En predios pequeños, sean rurales o suburbanos, la presión de uso sobre el suelo es mayor, por lo que hay mayor exigencia de ajustar los diseños a los espacios disponibles (cercas, setos, barreras, nacederos) o aplicar opciones de compromiso (jardinería amable, agroforestería). La viabilidad de la restauración es menor cuando el uso agrícola está extendido hasta las márgenes hídricas y las zonas escarpadas.
Las organizaciones comunitarias rurales con frecuencia centran sus objetivos en la protección y restauración de las microcuencas abastecedoras. Si la organización no existe puede formarse alrededor de tales objetivos.
Los predios sin propietarios presentes o definidos son generalmente usados de modo comunitario (usualmente pastoreo), por lo que tienden a degradarse más y a tener menos preocupados por su manejo sostenible.
Las zonas con poblamiento creciente presentan mayor tendencia a la perturbación y mayor preocupación conservacionista. La densificación produce una intensificación de la ocupación y alteración del espacio. Por otra parte, el aumento de las necesidades ambientales genera presión de conservación, especialmente de las partes bajas sobre las comunidades de las partes altas. La preservación y restauración requieren partir de la negociación entre tales intereses y los actores que los representan.
Factores limitantes
Los factores limitantes son condiciones dadas del medio (no introducidas pero frecuentemente empeoradas por el hombre) que restringen el desarrollo del ecosistema, principalmente por limitar la productividad primaria (producción, crecimiento y desarrollo de la vegetación), cortando así el flujo de energía que ingresa a todo el ecosistema.
En las partes altas el frío es el principal factor limitante. De hecho, uno de los principales tensionantes ambientales del área rural distrital, el monocultivo de la papa, está determinado por este limitante, al cual sólo la papa está excelentemente adaptada, por lo cual, el desplazamiento de la actividad agrícola hacia las partes altas y alejadas a reforzado la concentración de la producción en esta especie, tolerante al frío, a la acidez y al aluminio tóxico en los suelos.
El frío hace más lento el ciclo de nutrientes entre el suelo y la vegetación y esto es más complicado en las áreas altas con suelos arenosos, por sí mismos pobres en nutrientes. El frío dificulta la toma de agua por las raíces. Por eso, aunque en algunos puntos el páramo parezca muy húmedo, la mayoría de las plantas deben soportar sequedad fisiológica y los puntos y franjas húmedos son muy importantes en la regeneración del páramo y el subpáramo.
El frío hace más lentas todas las reacciones bioquímicas, no sólo las de la descomposición de la materia orgánica en el suelo, sino, también, las de su producción en las plantas. El metabolismo y crecimiento vegetal se hace más lento hacia las partes altas.
La acidez del suelo en las partes altas y las altas concentraciones de aluminio, son un limitante fuerte que acentúa la dificultad para la absorción de agua y nutrientes por las plantas. La materia orgánica amortigua estos problemas, pero en las partes más frías su descomposición es imperfecta, por lo que no se convierte en el fértil complejo organomineral del suelo, sino en turba ácida y oscura.
En algunas hondonadas y en las orillas poco pendientes de los cuerpos de agua, otro limitante es el anegamiento permanente del suelo. Las pocas plantas adaptadas a ello logran muy buen desarrollo en estos suelos pantanosos.
El viento, en los puntos más expuestos, intensifica el frío y la sequedad. En estos puntos los cambios de temperatura día-noche son más fuertes por la falta de una capa de humedad y el rápido enfriamiento por el aire. Además, un sitio expuesto al viento es, generalmente, un sitio expuesto a la radiación. El ciclo de insolación–congelamiento hace muy difícil el desarrollo inicial de las plantas y la formación de suelo por la biota edáfica (animales y microbios formadores de suelo).
Los suelos formados sobre las rocas areniscas son muy pobres en nutrientes, especialmente fósforo. En estas laderas altas, los profundos suelos orgánicos con gruesa capa de cenizas volcánicas (procedentes de las erupciones de la Cordillera Central hace 11.000 años), son muy vulnerables a la erosión superficial y una vez perdidos no pueden ser regenerados por los procesos locales.
Entre los macronutrientes del suelo, NPK (nitrógeno, fósforo y potasio) son generalmente limitantes en los bosques de alta montaña tropical, principalmente por su lento ciclado (frío, acidez, aluminio tóxico, etc.), que puede agravarse con la escasez de dichos elementos en algunas rocas (como la Formación Guadalupe).
El agua, es el recurso más importante para la vida; su presencia puede mitigar muchas otras carencias. Así mismo, la materia orgánica, acumulada a través de la sucesión, por los aportes de las plantas y el trabajo de la biota edáfica, contribuye grandemente a regular el agua del suelo y mitigar las carencias y las toxicidades en el suelo.
Factores tensionantes
Un factor tensionante, es un evento (puede ser frecuente o periódico, pero no una condición constante del medio) que ocasiona pérdidas al ecosistema o restringe las entradas o las fuentes de energía (sol, agua, viento).
En el diagnóstico previo y la formulación de las estrategias y tratamientos de restauración es importante saber no sólo en qué estado se encuentra el ecosistema, sino, también, qué factores lo han llevado allí y lo mantienen equilibrado en su deterioro.
En el presente Protocolo, se ha adoptado la clasificación de tensionantes propuesta por Brown & Lugo (1994), en la que cada perturbación es representada según su punto de interacción en el modelo de ecosistema, como una disminución del flujo o acumulación de energía en un proceso o compartimento, como se muestra en la siguiente gráfica, tomada de estos autores.
Estos autores consideran tensionantes severos los 1-2, capaces de alterar las fuentes de energía o la entrada de la misma al sistema, con lo que ésta ni siquiera alcanza a ser elaborada en los compartimientos o niveles tróficos, causando un daño extenso y profundo al mismo. Ente los tensionantes severos Lugo & Brown (op.cit.) contemplan factores que afectan la toma de agua y nutrientes por parte de las plantas (aridización, salinización, erosión severa, compactación, etc.), inhiben la fotosíntesis (herbicidas, calentamiento climático, contaminación atmosférica) o tienen un efecto generalizado sobre todo el ecosistema (ej: prácticas y políticas inadecuadas de ordenamiento y manejo).
Los mismos autores consideran los tensionantes 3-5 como leves. Éstos no impiden la toma de energía por parte del ecosistema, sino que retiran (cosechan) parte de lo acumulado en cada uno de los tres compartimentos, como en el caso de las quemas, desforestación, la cacería o la erosión. Sin embargo, a largo plazo, si estos tensionantes conforman un régimen crónico de perturbaciones, pueden llegar a degradar el ecosistema (sobrecaza, sobrepastoreo, etc.).
El modelo puede complementarse con la incorporación de los tensionantes que afectan los elementos culturales y sociales del sistema. Éstos tienen gran importancia, dada su repercusión en el funcionamiento y evolución de los ecosistemas controlados por el hombre. En los cuadros de restauración que se presentan más abajo, los tensionantes que implican destrucción de conceptos, valores y relaciones sociales, se anotan como tipo 6.
Los factores tensionantes característicos de las microcuencas rurales del distrito son leves, crónicos. Esto significa que no producen alteraciones drásticas que el ecosistema no pueda regenerar por sí solo, hasta que se hacen crónicos y su reiteración multianual profundiza la alteración hasta hacerla deterioro (el ecosistema no regenera ágilmente) o incluso degradación (pérdida de reservas y productividad).
De hecho, el manejo agropecuario consiste en alterar el ecosistema haciéndolo retroceder en su desarrollo, hasta el punto donde produzca excedentes cosechables. El agroecosistema así constituido, se mantiene en dicho estado por medio de las labores, el pastoreo y la cosecha, deteniendo la sucesión con estas perturbaciones leves pero reiterativas. Si la tasa extractiva supera la de reposición de las reservas (principalmente suelo), se acumula un saldo negativo que en el mediano plazo deja la sucesión detenida aunque se suspenda la perturbación, y en el largo plazo agota las reservas y la productividad, generando tierras marginales.
Los principales tensionantes son:
• Desforestación: tala rasa de fragmentos para ampliar cultivos y pasturas; entresaca de fragmentos para tutores, postes y leña. Aumento de la fragmentación. Eventual y expansiva.[3]
• Cultivo: complejo de perturbaciones que incluyen arado, introducción de monocultivos, deshierba y aplicación de fertilizantes químicos y biocidas. Constante.[3,4]
• Erosión superficial: favorecida por la deshierba, la labranza con la pendiente y la desprotección de los campos cosechados. Permanente, se incrementa en poscosecha. [4]
• Pastoreo: eliminación de rebrotes y plántulas, compactación del suelo e incursión al interior de los parches de vegetación remanente intensificando la fragmentación. Frecuencia: cotidiano, dependiente de la rotación de potreros.[3,4]
• Fuego: destrucción del banco de semillas, plántulas, microbiota del suelo y nutrientes volátiles. Frecuencia anual.[3-5]
• Canteras: remoción de suelo y excavación profunda del subsuelo, dejando medios inertes, de muy difícil regeneración. Puntual y episódica (se explota y se abandona). [1-4]
• Apertura de vías: destrucción de cobertura vegetal, remoción de suelos y alteración del drenaje superficial y profundo del suelo. Eventual.[2-4]
• Edificación: reemplazo total de coberturas naturales por artificiales. Implica la suspensión de todos los procesos vitales, total y prácticamente irreversible. Única y permanente (ccurre una vez en cada sitio).[1-4]
Los números entre corchetes, indican la clasificación de los tensionantes dentro del modelo de Brown & Lugo (1994). Del mismo modo se anotarán en los cuadros de restauración abajo expuestos.
Figura 1. Tensionantes y puntos de acción sobre el ecosistema |